VARI CARAMÉS

VARI CARAMÉS

A los 14 años su padre le regaló una cámara y desde entonces Vari Caramés (Ferrol, 1953) no se ha separado de la fotografía: “mi padre quería que fotografiara las cosas que él hacía, piezas de hierro forjado, cosas que inventaba, dibujos o cuadros que pintaba, era un artista amateur. Le gustaba tenerlas archivadas y se le ocurrió regalarme una cámara para que fuera inventariando todo lo que hacía”, explica el fotógrafo. “De alguna manera aprendí con ese método tan básico que es acierto-error, prueba-error, siempre probando hasta que por fin vas afinando la mirada y la forma de fotografiar”, cuenta Vari.

Fueron precisamente las fotografías que hacía de los trabajos de su padre las que marcarían, sin saberlo entonces, su recorrido fotográfico: “cuando llevaba las fotos a revelar, antes de que aprendiera a revelar, en la tienda de fotografía sin querer me hicieron de alguna manera un favor, o me dieron una señal de iniciación, en lo que luego más tarde elegiría casi como un camino en mi trabajo. Cada vez que iba a recoger las fotos, las que estaban bien aparentemente estaban en un sobre y las que consideraban que eran fallos, errores, las ponían aparte para que comprendiera que aquello no era correcto. Curiosamente -debe ser que lo interiorizas o se te queda ahí en el subconsciente-, pero fue aflorando con el tiempo y comprendí que aquellas imágenes que estaban defectuosas, muchas de esas imágenes eran las que a mí más me interesaban”, recuerda Vari, “no fue solo por aquello, pero siempre digo que aquello de alguna manera me vino bien, como método o como pista de trabajo, de camino y recorrido”.

La fotografía le ha acompañado toda su vida, pero asegura que fue en la década de los años 80 cuando comenzó a fotografiar de una manera más pensada y reflexiva: “como elemento de introspección del mundo y como herramienta de exploración, más en serio, por decirlo de alguna manera”. Hoy en día la fotografía es para Vari Caramés su forma de ver el mundo: “mi ventana a través de la cual descubro el mundo. Se ha convertido en mi compañera inseparable. Andaría ciego o cojo si no fuese por la fotografía”, asegura.

No le gusta ponerse etiquetas, pero lo que sí tiene claro es que en sus trabajos busca “deambular por la frontera de las cosas. Me gustan esos territorios límites, entre el blanco y negro y el color, entre pintura y fotografía, buscar esas fronteras. En mi fotografía evidentemente hay muchos guiños con la pintura, con el cine, con la poesía…”. La ventana es una metáfora en sus obras: “el mirar a través de las cosas, de fuera a dentro o dentro a fuera. La metáfora de mirar a través de la cámara. Es esa fijación de ver las cosas a través de algo”, explica. Los temas cotidianos y las escenas normales son su principal fuente de inspiración, “me gusta verlas desde un punto de vista especial y hacer de lo ordinario algo extraordinario”. “El agua, los animales, lo extraño, lo sorprendente, la magia que tienen las cosas, la poesía… me fascinan. Siempre intento buscar una escena anodina o normal, sin ninguna particularidad especial, y transformarla en algo especial. Esa es mi teima, mi obsesión”, asegura Vari. Además nos cuenta que su mirada se ha ido transformando al tiempo que él iba madurando: “cuando tenía 15 o 20 años menos todo era mucho más rápido, más acelerado, era muy bulímico, buscando imágenes continuamente. Ahora me encuentro más reposado, busco más los temas que puedo desarrollar y luego me meto más de lleno en ellos. El método lo he ido cambiando, madurando con el tiempo, lo vas adaptando a tus peculiaridades y a tu manera de ver la vida en cada momento”, apunta. Para Vari “aprender a ver nos lleva toda la vida y ese entrenamiento visual es una constante que no tiene freno, pero tiene otra cadencia, otros tiempos”.

En una etapa más pausada, en la que continúa con proyectos en marcha, y exposiciones de su obra, Vari Caramés nos cuenta que es romántico y nostálgico respecto a la fotografía analógica: “he nacido, crecido y me he desarrollado con la fotografía analógica en el sentido, que he visto su evolución y me ha conformado una forma de ser, una forma de mirar, y… de repente, ha pasado algo que denomino el tsunami digital, que ha arrasado toda la fotografía y todavía sigue devastando y destruyendo muchas cosas que existían”, explica, “y yo me resisto a que desaparezcan. Seguiré haciendo mi trabajo y enarbolando la bandera de mi resistencia, como un gesto personal, como una actitud ante la vida. No me voy a dejar arrastrar por este tsunami”, añade. Para él el arte es híbrido: “yo mismo sigo trabajando con película y cuando se revela de forma química, como siempre, después necesito escanearla porque esas fotos las tengo que pasar al ordenador, moverlas, trabajar con ellas… Ahora me meto muy pocas veces en el laboratorio”, cuenta, “y me parece muy bien, no tengo nada en contra de los que utilizan lo digital, yo también lo utilizo, se trata de que lo que cuentes o de cómo lo cuentes tenga sentido y sea maravilloso”. En medio del debate entre lo analógico y lo digital, Vari Caramés se queda con el modelo “híbrido”, es decir, “utilizar las cosas como una herramienta a nuestra disposición”, explica, “obviamente de la mejor forma y de la manera más inteligente posible y que cada uno, como si fuese un pincel, le de la pincelada a su gusto”, concluye.